Frustración, cómo lidiar con ella

19 Dic 2019
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Frustración, cómo lidiar con ella

Uno de los peores sentimientos que experimentamos es la frustración. Puede hacernos fracasar y puede cambiarnos la vida a peor si no aprendemos a manejarla.

frustración

Ya lo decía el gran maestro Yoda: la frustración lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento, el sufrimiento, al lado oscuro. Bueno, vale, es verdad que la frase no era exactamente así, pero casi.

Uno de los sentimientos negativos más potentes que experimentamos a lo largo de la vida es la frustración y, por desgracia, no ocurre en pocas ocasiones. De nosotros depende desarrollar las herramientas que nos ayuden a lidiar con tan desagradable sensación, porque las consecuencias de no hacerlo bien son más graves de lo que pensamos.

Pero ¿qué es la frustración?

En realidad, todos lo sabemos porque nos hemos enfrentado a ella desde la infancia. Frustración es esa rabia que crecía en nosotros cuando nos salía fatal el regalo de arcilla que hacíamos en el colegio por el Día de la Madre y queríamos aplastarlo a golpes o cuando nos castigaban mirando a la pared por hablar en clase. Todos los niños tienen una bajísima tolerancia a la frustración; el problema llega cuando seguimos igual siendo adultos. Frustración es esforzarse en un examen o trabajo académico y que la nota nos parezca injusta, trabajar en una empresa en la que no se nos valora, sentirnos impotentes ante un hecho injusto e incluso una parte inicial del duelo cuando perdemos a un ser querido.

Del catálogo de emociones negativas, la frustración puede generar múltiples problemas en todos los ámbitos de nuestra vida si no aprendemos a gestionarla bien. Las personas que no saben cómo afrontar este sentimiento suelen abandonar cualquier proyecto y se desmotivan rápidamente. También pueden tener arrebatos de ira, echar la culpa a los demás de sus problemas o, en casos extremos, llegar a agredir a otros. Hay también personas que, por la imposibilidad de lidiar con la frustración, acaban teniendo una conducta de evitación y antes de enfrentarse a la idea de fracasar en algo, deciden no emprender nada o no tener absolutamente ninguna meta. Este tipo de perfil puede degenerar en un consumo patológico de tóxicos, depresión e incluso suicidio.

Por todo esto, es importante que conozcamos este sentimiento y adquiramos cuanto antes las habilidades que nos permitan afrontar cualquier situación frustrante de una manera constructiva.

Una teoría interesante

Para hacernos una idea más concreta del impacto que esta emoción tiene sobre nosotros, es interesante conocer una teoría explicativa de la delincuencia propuesta por el sociólogo y criminólogo americano Robert Agnew en 1992.  La «Teoría general de la tensión» (y debe entenderse tensión como frustración, porque el uso de un término u otro depende de la traducción) explica la comisión de delitos a través del sentimiento de frustración generado en el individuo por una serie de estados afectivos negativos.

No significa, ni mucho menos, que la frustración nos lleve a la delincuencia, pero sí que el ejemplo nos permite ver la intensidad de esta emoción y lo importante que es saber cómo gestionarla.

Agnew decía que había 3 fuentes de frustración básicas:

  1. La imposibilidad para alcanzar las expectativas sociales deseadas (por ejemplo, no encontrar trabajo al terminar los estudios y terminar haciendo algo que está muy por debajo de la preparación que tenemos, lo que trunca nuestras expectativas en cuanto a nuestro nivel de vida, comodidades, familia, etc.).
  2. La privación de los estímulos positivos que el individuo ya posee o que espera poseer (que nos despidan de un trabajo, que la nota no nos permita estudiar la carrera que deseábamos, que nos nieguen un ascenso prometido…).
  3. Que el individuo quede sometido a situaciones negativas ante las que no puede escapar (por ejemplo, sufrir abusos en la infancia, malos tratos, bullying…).

Como vemos, a pesar de ser una teoría criminológica, estas fuentes de frustración son comunes a casi todos los individuos y es interesante entender que la manera en la que afrontamos esta emoción marca una clara diferencia entre unos individuos y otros. No queremos decir que aquel que no sepa gestionar la frustración vaya a convertirse inmediatamente en un delincuente, pero sí que nos movemos en una escala de grises que puede afectar en mayor o menor medida a nuestra vida, nuestra autoestima, nuestras relaciones… Por ejemplo, una persona que no sabe gestionar su frustración desarrollará mayor tendencia a ser colérico o a tener explosiones de ira cuando las cosas no salgan según sus planes.

Cómo manejar la frustración

Antes de empezar con la enumeración de cosas que podemos hacer para manejar la frustración, hay 2 cuestiones fundamentales que se deben tener en cuenta en todo momento:

  1. La primera es que debemos olvidar todo eso que nos han contado libros como «El secreto» o ciertos gurús de la autoayuda: no, no vamos a tener todo lo que queramos si lo deseamos con la suficiente fuerza. No, el universo no está ahí para concedernos deseos. No, no nos merecemos más que los demás por ser nosotros. No, seguramente no seamos millonarios, felices, guapos, inteligentes, graciosos y encantadores.
  2. La segunda es, como decía Nietzsche (aunque sacándolo del contexto antirreligioso), aceptar la dimensión trágica de la vida.  Sí, la vida es injusta. A las personas buenas les pasan cosas malas y a las personas malas también les pasan cosas buenas. No tenemos el control de todo lo que nos pasa o nos pasará y durante los años que dure nuestra vida nos van a suceder un montón de cosas desagradables para las que no encontraremos ninguna solución posible. La vida es esencialmente injusta, pero aun así, maravillosa, y seríamos incapaces de conocer la felicidad sin haber sentido la tristeza. Cada emoción y cada experiencia hay que vivirla y aceptarla entendiendo esa dualidad y sabiendo que podemos seguir adelante.

1. La mesura en las aspiraciones

Si no queremos estar sometidos a un nivel de frustración desorbitado, hay que ir paso a paso con las metas que nos ponemos. Aspirar a tener el trabajo perfecto, la vida perfecta y la familia perfecta es tan absurdo como aspirar a que nos crezcan alas en la espalda. La perfección, sencillamente, no existe. Puede que queramos ser el mejor neurocirujano de la tierra, pero sería mucho mejor si aspiramos a ser un gran neurocirujano. Con constancia, trabajo y humildad quizá un día se premie nuestra trayectoria, pero si estamos pendientes de destacar y no de hacer bien nuestra labor, no llegaremos muy lejos y la frustración nos comerá vivos. Hay que rebajar un pelín las expectativas y no ser demasiado perfeccionistas.

2. Potenciar las habilidades sociales

Tener buenas habilidades sociales es esencial para manejar la frustración. La empatía hará que entendamos el sentimiento como algo común que también reconocemos en los demás y el resto de las habilidades serán herramientas muy necesarias para que podamos verbalizar nuestros propios sentimientos, pedir ayuda o buscar alternativas para mejorar nuestra situación.

3. Locus de control

Si echamos la culpa de todo lo que nos pasa a los demás y evitamos cualquier responsabilidad (que es lo que en psicología se conoce como locus de control externo), jamás aprenderemos de las experiencias y el sentimiento de impotencia será horrible. En cambio, si asumimos nuestra parte (locus interno), pensaremos en cómo mejorar en próximas ocasiones y entenderemos que tenemos cierto control sobre nosotros mismos. Eso, a la larga, nos ayuda a mejorar la autoestima y rebajará la frustración.

4. Apoyo social

Somos animales sociales. Para un ser humano, carecer de apoyo social es desastroso. Es como una casa sin cimientos: al primer vendaval se irá por los aires. Nuestros vínculos sociales nos ayudan a afrontar los vendavales de la vida y los necesitamos. Esto no significa que esos apoyos tengan que venir obligatoriamente de la familia ni mucho menos. Si no tenemos vínculos familiares «de sangre», podemos tenerlos de amistad, de compañerismo, de pareja… Si nos sentimos frustrados, nuestra «familia» nos ayudará a sobrellevarlo.

5. Paciencia y calma

Ante una situación injusta, hay que calmarse respirar y dar tiempo. Debemos reconocer las emociones negativas y aceptar que existen sin tener la necesidad de actuar en consecuencia de forma inmediata. Hay que entender que podemos superar cualquier bache y seguir adelante. Al principio costará un poco más y poco a poco el peso será más liviano, pero si reaccionamos de forma demasiado emocional o nos dejamos llevar por la ira, luego tendremos que superar dos cosas: la injusticia que nos frustró y la culpa por nuestra reacción.

6. No existe el genio de la lámpara

Hay que tener claras las prioridades: lo primero son las necesidades a las que todos tenemos derecho. Luego, podemos situar los deseos, que pueden cumplirse o no, pero no tenemos derecho a ellos. Si no queremos vivir una vida llena de frustración, debemos poner nuestras necesidades (techo, comida, salud, seguridad, trabajo) por encima de nuestros deseos (ganar 20 000 € al día, casarnos con ese actor o actriz que nos encanta, tener un Ferrari…).

7. Creatividad y planes alternativos

Ante cualquier situación frustrante, una de las mejores herramientas es la creatividad. Creatividad tanto para afrontar la situación sacando un buen aprendizaje como para desarrollar planes alternativos. Quedarnos paralizados en nuestro dolor solo conseguirá que nos hundamos más, así que es mejor optar por pensar en qué hacer a partir de ahora. Por ejemplo, si el primer año de carrera hemos descubierto con horror que no nos gusta nada, no vemos salidas laborables que nos llamen la atención e ir cada día a clase es un infierno, tenemos 3 opciones:

  1. La primera es abandonar los estudios y quedarnos en casa de nuestros padres jugando a la consola y creyendo que no valemos para estudiar. Esta opción pone el nivel de frustración por las nubes.
  2. La segunda es seguir estudiando hasta que terminemos y lidiar con todos esos sentimientos negativos tratando de buscar la parte buena y siendo creativos para buscar trabajos futuros que nos puedan gustar o pactar con nuestros padres que, tras obtener nuestro eTítulo, nos ayudarán económicamente para estudiar un segundo grado que sí nos guste. En esta opción habrá ciertos niveles de frustración por tener que estar 3 años más haciendo algo que no nos gusta, pero con una meta delante en la que podremos apoyarnos se nos hará más llevadero.
  3. La tercera opción es dejar la carrera y dar el salto a otro grado que nos guste más. En principio, esta opción nos generaría menos frustración, pero, ojo, como ya hemos dicho antes, nada es perfecto y al llegar a la otra carrera es muy posible que descubramos que tampoco es lo que habíamos imaginado.

La única opción realmente mala es la primera, pero de la que más aprendizaje sobre gestión de frustración podríamos sacar es de la segunda. La decisión es de cada uno.

8. Relativizar es guay

Hay que aprender a relativizar los problemas. Solo el fin del mundo es el fin del mundo, todo lo demás es el dramatismo que queramos darle al problema. Eso no significa que no haya cosas que puedan destrozarnos (como la muerte de un ser querido, un problema de salud, la pérdida de una casa, ser víctima de un delito grave, etc.), pero hay que aceptar ese dolor y seguir. Los problemas menores no deben paralizarnos; tras unos días de aceptación, lo que toca es seguir adelante, aprender y usar nuevas estrategias.

Y tú, ¿qué tal toleras la frustración? Aquí hay un test para averiguarlo.

 

 

 

 

 

 

 

Escrito por  root

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