¿Por qué sí debes participar en los debates de clase?
¿Te da vergüenza participar en los debates? ¿Eres de los que prefiere pasar inadvertido que dar su opinión? Pues necesitas repensar esa estrategia porque aprender a debatir tiene muchos beneficios.
Una práctica habitual en la universidad
Es habitual que los docentes propongan debates en sus clases, pero muy pocos alumnos se atreven a intervenir, y es una pena porque participar en debates nos prepara para varias cosas importantes que nos serán muy útiles en un futuro; por ejemplo, a hablar en público de forma correcta, a convencer con nuestra oratoria, a ser menos impulsivos, a enfrentarnos a un jefe o compañero de trabajo sabiendo que podemos resolver los conflictos de forma asertiva, a meditar nuestras respuestas, a argumentar correctamente, a controlar nuestra gestualización, a no dejarnos llevar por el mal genio, etc.
A la timidez hay que vencerla, al desinterés, matarlo
Si se está debatiendo cualquier tema en clase, lo normal será que tengamos una opinión previa al respecto o que nos la estemos formando en ese momento. No debemos temer decir algo inapropiado o absurdo (siempre, por supuesto, dentro de los límites del respeto), lo importante es que encontremos los argumentos por los que optamos por una u otra posición y que seamos humildes para aceptar que podemos estar equivocados.
La timidez nos limita y hay que verla como un rival que se irá debilitando con el tiempo y que nos proporciona una razón más para seguir superándonos. En cambio, el desinterés o el pasotismo son incompatibles con el espíritu universitario. Si no nos interesa tener una opinión formada sobre un tema que entra dentro de nuestro ámbito de estudio ¿qué estamos haciendo exactamente estudiando ese grado? Si sentimos desinterés, tendremos que matarlo a base de encontrar nuestra motivación.
Es esencial prestar atención
Aunque ya tengamos clara cuál es nuestra opinión sobre el tema que se debate, debemos escuchar con atención los argumentos de los demás para poder rebatirlos, aportar nuevas perspectivas, no repetir lo que ya se ha dicho y convencer con unos argumentos más sólidos. Nada queda peor en un debate que quedar en evidencia por no haber prestado atención.
Respetar a los demás siempre
En un buen debate es necesario respetar los turnos de palabra y no pisarse unos a otros como hacen en la televisión. Hay que respetar siempre a nuestros «oponentes» y no faltar a nadie al respeto por mucho que creamos que se equivoca ni atacar a cuestiones personales. Se trata de rebatir argumentos, no personas. Si conseguimos estar tranquilos y defender sólidamente nuestras ideas, la victoria en un debate es muchísimo más épica que si terminamos de los nervios, gritando y llamando imbécil al que esté en frente.
Más lógica y menos emociones
En un debate, y más en uno académico, los argumentos usados deben basarse en la lógica y no en sentimientos, emociones u opiniones poco meditadas. Debemos tratar de minimizar las respuestas emocionales y darle al coco buscando una base científica sobre la que apoyar nuestras opiniones. Si no hay base científica (por ejemplo cuando de debate sobre Filosofía), sí habrá una nutrida base teórica de anteriores autoras o autores que hayan defendido algo similar antes que nosotros. Usémoslos y construyamos un marco teórico coherente.
Concretar
Es esencial que seamos breves en nuestra intervención y que vayamos a las ideas importantes de lo que queremos trasmitir. No se trata de dar un discurso para arengar a las tropas, por muy bonito que nos esté quedando, sino de plantear respuestas a un tema dado (o preguntas, que también pueden ser un recurso muy interesante para poner a los oponentes en un aprieto) de forma clara y concisa. Si nos alargamos, la atención se dispersará y el debate perderá interés. Vayamos al grano. Frases cortas, ideas claras y ordenadas y preguntas incómodas para el oponente son las mejores armas para ganar.
Nada de anécdotas personales
Lo que nos pasó a nosotros o a nuestro primo el verano pasado, por mucho que creamos que puede ser un ejemplo ilustrativo del caso, no le importa a nadie, no es un dato estadísticamente relevante y, seguramente, se trate de un sesgo cognitivo de disponibilidad. Lo único que vamos a conseguir contando nuestra vida en un debate es aburrir a los demás, perder la atención de los oyentes y bajar el nivel de la práctica.
Tampoco es muy aconsejable, aunque muchos lo hacen y se tolera, que recurramos a las manidas frases célebres. Lo bueno de un debate es que podamos usar argumentos propios que estén basados en el conocimiento para defender una idea, no que citemos a Immanuel Kant en cada intervención, porque, aunque creamos que eso nos hace parecer más cultos o que da peso a nuestros argumentos, es mentira: nos hace parecer más pedantes y faltos de pensamiento propio. Alguna cita, está bien, pero no todo el rato. Es mucho mejor que digamos algo como El trabajo de Arendt demuestra que… y añadamos el argumento con nuestras propias palabras a que digamos Como decía Hannah Arendt, «La triste realidad es que, en su mayor parte, el mal lo causa gente que nunca toma la decisión de ser buena o mala».
Clubes de debate
La mayoría de las universidades tienen clubes de debate donde, además de aprender a debatir, podremos conocer a otros estudiantes con intereses similares a los nuestros. Por ejemplo, en la Universidad de Salamanca (una de las universidades que además proporcionan el servicio de eTítulo a sus alumnos) tienen hasta un perfil en redes para su asociación de debate ¿A qué esperas para apuntarte?