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¿Pensando en abandonar la carrera?

¿Pensando en abandonar la carrera?

Si estás pensando en dejar la carrera, es posible que estés a punto de cometer un gran error, así que, al menos, lee esto antes de tomar una decisión drástica.

Asumamos nuestra parte de culpa

Las tasas de abandono universitario en España son altas y varían según la comunidad autónoma, pero cada año, aproximadamente un 20% de los estudiantes deja sus estudios. Y si hablamos de, por ejemplo, las ingenierías, las tasas se disparan. De hecho, en el grado de Ingeniería Informática el abandono puede llegar,según el año, al 59%. Además, aunque estudiar online nos parezca cómodo, se abandona mucho más en la educación a distancia que en la presencial.

Las causas del abandono son múltiples, pero distintos estudios hacen alusión a, entre otras, la falta de formación previa, de orientación sobre el grado elegido o de motivación.

Quizá el curso anterior ha sido horrible, quizá hayamos suspendido algunas asignaturas y puede que, ahora de vacaciones, tengamos ganas de mandarlo todo a Narnia, pero vamos a pararnos y a pensar un poco.

La responsabilidad de las universidades y la nuestra

Lo ideal sería que cada facultad desarrollara y publicitara adecuadamente programas de orientación previos para los futuros alumnos que puedan estar dudando de si entrar o no en esa titulación, que agilizaran la burocracia y que fueran más transparentes y accesibles.

No es que no existan estas orientaciones, sino que no se publicitan bien y no son del todo realistas. A veces, aplican más márquetin del debido (lo que impide que el futuro estudiantado se haga una idea real de lo que va a encontrar en el grado) y, a veces, son un ladrillo de texto que ni llama la atención (lo que hace que pase inadvertido y no se consulte).

Pero cambiar el funcionamiento de las instituciones es mucho más complejo que cambiar nuestra manera de hacer las cosas y no nos va a ayudar en nada culpar al sistema cuando la decisión de qué hacer o qué no hacer depende, sobre todo, de nosotros.

Asumamos nuestra parte de culpa 

Si nos hemos dado de bruces con unos estudios que no nos gustan toca preguntarse cuál ha sido la causa. ¿Fue porque no nos informamos bien en un principio?, ¿porque decidimos hacer caso a otros aun sabiendo que no era lo que queríamos?, ¿porque nos conformamos con la tercera opción en vez de tratar de subir la nota de selectividad?, ¿fue porque no preguntamos a personas ya tituladas qué podíamos esperar del grado? Hay muchas maneras de hacer las cosas y quizá, en una decisión tan importante como son nuestros estudios universitarios, hay que hacer todo lo posible para no meter la pata. ¿Lo hicimos realmente?

Para poner un ejemplo de cómo tomar una mala decisión tenemos como muestra el grado en Criminología en el que miles de alumnos se matriculan cada año inspirados por la serie televisiva CSI u otras del estilo. El problema surge cuando todos esos alumnos apasionados por interpretar las manchas de sangre en la escena del crimen se dan cuenta de que Criminología y Criminalística no tienen nada que ver. ¿De quién es la culpa?, ¿de la televisión?, ¿de la universidad?, ¿del nombre del grado? ¿O acaso es culpa de los alumnos que no fueron capaces de buscar en internet cuáles eran los contenidos de su carrera?

La respuesta es obvia. Si hemos entrado en un grado universitario motivados por una serie de ficción y sin esforzarnos siquiera por leer acerca de su contenido, la culpa es solo nuestra, aunque eso no significa que nos tengamos que dar de latigazos y ni siquiera significa que tengamos que acabar unos estudios que no nos gustan, pero sí hay que aprender del error.

Buscar opciones

Dejar los estudios universitarios, salvo si es por causa de fuerza mayor, es un error tremendo. Y lo es, no porque vayamos a defraudar a nuestros padres o a terminar viviendo bajo un puente, sino porque nos vamos a defraudar a nosotros mismos, nos vamos a cerrar algunas puertas y vamos a cargar con esa decisión para siempre. Sí, suena fatalista, pero es que lo es. Encontrar trabajo ya es una tarea complicada en estos tiempos y si encima carecemos de preparación, más aún. Además, los trabajos a los que optaremos no van a estar igual remunerados ni tendrán las mismas facilidades que en los trabajos a los que podríamos aspirar (y con los que soñábamos cuando empezamos a estudiar) si consiguiéramos nuestro eTítulo.

La cosa está así: podemos mandarlo todo a freír espárragos y ponernos a trabajar o podemos desarrollar un plan B y un plan C para solucionar el problema.

Plan B: El plan B es conformista. Ya que hemos empezado, seguimos. Terminamos nuestros estudios aunque nos cueste porque ya estamos ahí y porque son solo unos años más. En el cómputo de nuestra vida, cuatro años no son nada y cuando terminemos, podremos dedicarnos a lo que queramos o hacernos emprendedores, pero sabiendo que contamos con una titulación que nos respalda como profesionales.

Sigamos porque podemos, porque ya tenemos nuestra plaza, nuestros compañeros y nuestro sitio. Sigamos porque encontrar la motivación perdida solo depende de nosotros y echar la culpa al plan de estudios o a los profesores es una niñería para la que ya no tenemos edad. Sigamos porque podemos encontrar algo en nuestra carrera que nos guste y, a partir de ahí, potenciar nuestra curiosidad y empezar a tirar del hilo hasta que volvamos a verle el encanto a lo que, en un momento dado, decidimos hacer. Sigamos por el motivo que sea, pero encontremos uno y sigamos. No lo dejemos sin más o, al menos, partámonos los cuernos intentándolo y que no quede en nuestra conciencia que no nos esforzamos lo suficiente.

Plan C: Cambiar de carrera. Si no nos gusta lo que escogimos, probemos con otra. Lo importante es que no dejemos de estudiar. Si nos ponemos a trabajar ahora vamos a perdernos un montón de diversión, de experiencias y de aprendizajes que luego no podremos recuperar aunque decidamos retomar nuestros estudios más adelante.

Con los pies en el suelo y la madurez necesaria

Quizá escogimos mal a la primera, quizá empezamos a estudiar esta carrera por presiones familiares, porque no nos daba la nota o porque era la que escogieron nuestros amigos. Tomémonos un tiempo para pensar, para decidir por nosotros mismos qué queremos hacer con nuestra vida y nuestro futuro. Hay que hacer el esfuerzo de no pensar en lo que más nos apetece ahora mismo, sino de tratar de visualizar de manera realista qué queremos ser y hacer el día de mañana. Si queremos y podemos permitírnoslo puede ser una buena opción tomarnos un año sabático para hacer otras cosas, pero sin dejar del todo los estudios.

Incluso aunque terminemos dedicándonos a algo que no requiera preparación, estudiar una carrera universitaria va a aportarnos muchos conocimientos esenciales para nuestra vida, aumentará nuestra cultura general y nos dará mayores oportunidades en el futuro.

Cambiar de grado no es tan difícil, pensemos en lo que nos gustaría hacer de verdad de forma realista y sin presiones externas. Lo importante es que no nos volvamos a ver en la misma situación: ninguna carrera es 100% perfecta. Habrá cosas que no nos gusten, profesores que odiaremos, exámenes, trabajos y horas y horas de clases insoportables. Sí, habrá todo eso y más, pero si nos mentalizamos, nos informamos bien de los temarios y nos preparamos para asumir que la frustración es un sentimiento habitual que no debe paralizarnos, podremos con ello tal y como puede la mayoría de la gente.

No es el momento de ser impulsivo: usemos la cabeza.