10 trucos para dejar de procrastinar
¿Dejas para mañana todo lo que podrías haber hecho hoy? ¿Se te acumula el trabajo porque lo dejas para el final? No te preocupes, no eres un vago, lo que pasa es que no te organizas bien.
Padres, jefes y profesores tienden a colgar las etiquetas de vago como si las regalaran y, en realidad, no se dan cuenta de que diciéndonos esas cosas consiguen que acabemos por creérnoslo y nos comportemos como unos verdaderos vagos. El problema de procrastinar rara vez tiene que ver con ser una persona vaga; generalmente, reside en la organización: hay personas capaces de administrar su tiempo de maravilla y que un día les cunda como dos y hay personas que no saben cómo hacer para que el tiempo no se les escape de las manos.
Lo importante es no rendirse y no dejar que nos etiqueten. Aprender a organizarnos mejor es solo cuestión de voluntad. Veamos cómo:
1. Pierde cinco minutos al día para tomar decisiones
Pero no más de cinco. A los que no somos organizados se nos suele ir el tiempo pensando en todo lo que tenemos que hacer y en cómo hacerlo. Cuando queremos darnos cuenta, se nos ha ido la mañana sin hacer nada y tenemos tal agobio encima que tampoco rendimos por la tarde. Por eso nos ayudará mucho adquirir la rutina de tener una pequeña reunión con nosotros mismos cada mañana. Nos sentamos, pensamos en lo que tenemos que hacer en el día, establecemos prioridades para ver qué tareas van antes y cuáles van después y luego, simplemente, las hacemos.
2. Descuartizar la tarea y ponernos metas más sencillas
Cuando afrontamos un trabajo o la ardua tarea de estudiarnos varios temas, podemos sentir que nos queda por delante un esfuerzo titánico y eso nos desanima, lo que nos lleva a procrastinar. Para evitar esa sensación angustiosa, debemos trocear el trabajo y fijarnos pequeñas metas diarias. Lo mejor es que nos propongamos, por ejemplo, estudiar el primer tema o desarrollar la primera parte del trabajo. Mañana, ya nos ocuparemos de lo siguiente. Lo mejor ir paso a paso para no agobiarnos.
3. Calendario y agenda
Los días pasan sin que nos demos cuenta y, de pronto, mañana es la fecha límite de entrega. Esto no nos puede pasar, sobre todo cuando la solución es tan sencilla como tener un calendario colgado en la pared. Hay que marcar con colores las fechas importantes y mirarlo cada día.
Llevar una agenda al día también es muy últi. El calendario no lo podemos llevar encima, pero la agenda sí, por lo que podremos apuntar todo en cualquier lugar para que luego no se nos olvide.
Solo con estas dos medidas seremos mucho más consciente del paso del tiempo y evitaremos sustos innecesarios.
4. Crear horarios
Ponerse un horario y cumplirlo es esencial para que no nos despistemos. Lo podemos hacer nosotros mismos que sabemos cuáles son nuestras necesidades, obligaciones y el necesario tiempo de ocio. Con la técnica Pomodoro resulta facilísimo.
Resulta útil ponernos alarmas en el teléfono obligarnos a cumplir con lo que nos hemos propuesto. Si un día fallamos, el horario no se autodestruye así que no hace falta que lo abandonemos por completo, solo tenemos que retomarlo al día siguiente y punto.
5. Sin miedo a las rutinas
Cuanto más fieles seamos a nuestras rutinas, más sencillo nos resultará hacerlas. Si adiestramos a nuestro cuerpo a hacer ciertas cosas todos los días, en poco tiempo estaremos más que acostumbrados a ellas y no nos costarán tanto trabajo. Solo hay que vencer la pereza de los primeros días, luego saldrá solo.
6. Descansos
A veces, nos agobiamos tanto con los estudios y las tareas pendientes porque nos ponemos a hacerlo todo de golpe hasta la extenuación, y lógicamente, al día siguiente estamos tan cansados que no nos apetece repetir la experiencia. Por eso es tan importante que todos los días hagamos un poquito y que respetemos mucho nuestros descansos. No se trata de empezar con mucho entusiasmo y no dejar ni una gota para el final, sino de planteárnoslo como un maratón. Descansar nos ayuda a refrescar las ideas y a concentrarnos mejor.
7. Premios
Para no procrastinar, el premio no puede ser solamente terminar la tarea. Eso tendremos que hacerlo sí o sí y será un desahogo, pero poco más. Debemos premiarnos por cada tramo terminado.
Lo podemos plantear así: Si termino de estudiar el tema cinco, me voy al cine con mis amigos. Si no lo terminamos, no hay cine. Punto. Darnos un homenaje por haber hecho bien un trabajo y haberlo finalizado hará que tengamos ganas de hacer más. Al final, no somos tan distintos de los perros, solo que en este caso, el premio lo elegimos nosotros y somos nosotros solos los que tenemos que educarnos.
8. Empezar por lo que más nos interesa
Siempre se suele decir que lo debemos hacer al revés para terminar con lo que nos gusta cuando ya no tengamos tanta energía, pero cuando somos procrastinadores y lo que nos cuesta es arrancar es más fácil encontrar motivación si hacemos primero lo que mejor se nos da o lo que más nos gusta (factores que suelen coincidir). Así encontraremos la inercia para continuar trabajando más adelante, porque, generalmente, lo que falla es más la motivación que el cansancio.
9. Evitar distracciones
Esto es de lógica, pero, a veces, necesitamos que nos lo repitan: hay que dejar el móvil fuera de nuestra zona de estudio. No ponernos a jugar a gilijuegos en el horario en el que tenemos que hacer otras cosas. Hay que dejar las redes sociales para cuando estemos libres, no se van a ir a ninguna parte.
No nos pongamos música si necesitamos concentrarnos. Las moscas no son tan apasionantes como nos parecen mientras estudiamos y, desgraciadamente, tampoco se van a ir a ninguna otra parte. Lógico, ¿no?
10. Fuera aburrimiento
Sí, tenemos que intentar no aburrirnos. Estudiar la Revolución francesa por enésima vez igual no es tan apasionante como nos gustaría, pero, si queremos, podemos hacer que sea más entretenido.
Al cerebro le gustan los retos y las novedades, por eso, cambiar las técnicas de estudio nos dará una estimulación extra. Sobre todo si son técnicas que permiten cierto juego como las fichas para memorizar, hacer dibujos, organizar un concurso de preguntas y respuestas con nuestros compañeros, crear nuestra propia historia para contar lo mismo de forma menos soporífera, cambiar de tema o de asignatura con frecuencia… lo que sea. Si le echamos algo de creatividad conseguiremos, incluso, pasárnoslo bien preparando exámenes. Y claro, sacaremos mejores notas.