10 consejos para hacer una presentación en clase sin morir de vergüenza
Ya llevamos casi dos meses de clases y, seguramente, nos toque presentar algún trabajo en clase o hacer un examen oral. Si con solo pensar en hablar ante toda la clase nos tiemblan hasta las entrañas, aquí van 10 consejos para que podamos hablar en público como verdaderos profesionales.
1 Preparación y más preparación
La técnica más eficaz contra el estrés es la más simple: llevarlo bien preparado. Si conocemos bien el tema y hemos practicado varias veces en voz alta delante de nuestra familia o amigos, ya nos habremos hecho una idea de cómo lo vamos a hacer, por lo que nos costará mucho menos relajarnos e incluso podremos funcionar en automático si los nervios nos juegan una mala pasada.
2 Apoyo práctico y emocional
Durante la presentación, debemos tener a mano en todo momento unas fichas o una tableta como apoyo desde las que podamos seguir el hilo de nuestra presentación por si algo nos hace perderlo. Lo ideal es que no tengamos que consultarlas en ningún momento, pero tenerlas nos dará un extra de confianza y estaremos menos nerviosos al saber que contamos con ese salvavidas y que no depende todo de nuestra memoria.
3 Nada de repasos de último momento
Hemos investigado, nos hemos documentado, hemos escrito el trabajo y dominamos el tema. Además, hemos practicado en casa la presentación y llevamos las fichas (o tableta) y nuestro soporte audiovisual de apoyo, así que no cometamos el error de ponernos a repasarlo todo justo antes de empezar la exposición, eso solo nos creará inseguridad y nos liará la cabeza. Antes de ponernos a hablar en público es mucho mejor caminar, respirar profundamente, beber agua y tratar de calmar la mente, pero no repasar nunca en el último momento si lo tenemos bien preparado, porque aumentará nuestra ansiedad.
4 Proyectar la voz
Es importante que todos los que están presentes puedan escucharnos sin problemas, así que debemos hablar alto y vocalizar. Por mucho que queramos que nos trague la tierra, no podemos hablarle al cuello de la camisa porque no se nos entenderá nada. Hay que mirar al frente y hablar despacio y con claridad.
Aunque al principio estemos nerviosos, necesitamos vencer el estrés. Quizá nos oigamos la voz rara o temblorosa por los nervios, pero eso solo lo notaremos nosotros y, tras los primeros minutos, esa sensación extraña se pasará y hablaremos con más soltura.
5 Crear un ambiente relajado y agradable
Sin dejar de lado la seriedad y profesionalidad que se requiere en las presentaciones orales de trabajos, podemos hacer que el ambiente sea lo más distendido posible bromeando sobre alguna parte (sin pasarnos) o intentando que el público se integre en la exposición haciéndoles preguntas. En un ambiente algo más distendido nosotros nos sentiremos más cómodos y nuestros espectadores también, además de que les resultará más entretenido escucharnos y nos valorarán más positivamente.
6 Lenguaje
Aunque hagamos alguna broma, debemos usar un lenguaje correcto en todo momento, lo que no quiere decir que tengamos que usar todas las palabras de más de 10 sílabas o términos latinos que hayamos oído durante la carrera. No se trata de dormir a la gente con tecnicismos insoportables para que vean cuánto vocabulario conocemos, se trata de comunicar: el lenguaje sirve para hacerse entender. Hablemos con propiedad pero de forma sencilla y directa y todo irá bien.
7 Gestualización
No hagamos demasiados aspavientos con los brazos ni nos movamos sin parar aunque el cuerpo nos pida salir corriendo, tampoco queda bien que nos quedemos como un clavo mirando a nuestros compañeros como un conejo frente a los faros de un coche. Nuestros gestos deben ser normales, relajados, deben apoyar nuestras palabras marcando el énfasis en lo importante, pero no distraer la atención de lo que estamos diciendo. No hay que sobreactuar, sino interaccionar de forma normal como si estuviéramos en una conversación relajada. Aunque por dentro estemos hechos unos flanes, si nos movemos con soltura nos iremos relajando poco a poco y los demás no notarán para nada la batalla que libramos por dentro.
8 Dónde mirar
Ni locos podemos tener la mirada clavada en las fichas de apoyo o en el PowerPoint, eso solo lo podemos hacer de vez en cuando para apuntar algo o para aislarnos un segundo del público si la sensación de ser observado nos incomoda en exceso, pero no podemos olvidar que necesitamos conectar con la gente que nos escucha, así que aunque querríamos hacer la presentación detrás de un biombo, no podemos.
Hay que mirar al público y entender sus expresiones, porque nos servirán como guía para saber si están atentos, si les interesa lo que decimos, si es momento de bromear un poco para que no se duerman o si, por el contrario, debemos ponernos algo más serios para que no se tomen a broma nuestro trabajo.
Lo ideal es hacer barridos por la sala de izquierda a derecha y de derecha a izquierda y fijar de vez en cuando la vista en alguien al azar que nos devuelva la mirada, pero no siempre con los mismos. Así conseguiremos que cada espectador sienta que le hablamos a él y se implicarán más en la presentación.
9 Respiración
Los nervios nos hacen hacer cosas raras, como llenar los pulmones y olvidarnos de expulsar el aire y volver a inhalar con los pulmones llenos. Si estamos nerviosos, debemos adoptar una respiración consciente hasta que nos calmemos. Coger aire y expulsarlo por completo ayudará a que tengamos mejor voz y a no tener sensación de asfixia. Si vemos que nos estamos atragantando con las palabras y que nos falta el aire, hacemos una breve pausa, bebemos agua (nunca debemos olvidar tener a mano una botella en las presentaciones), respiramos y continuamos.
Llevar una respiración lenta y profunda nos ayuda a estar relajados, pero también a que nuestra dicción sea buena y a controlar la velocidad de nuestra charla.
10 Paz interior
Siempre que empezamos a hablar ante un público, da igual si es la primera vez o lo hemos hecho ya cientos de veces, sentimos una sensación angustiosa de despersonalización. Es como si, al principio, nuestro cuerpo, nuestros actos, fueran por separado de nuestra mente, como si nuestra voz no nos perteneciera. Es muy normal. Hay actores que tras años y años de profesión, siguen sintiendo esa desagradable impresión al salir a escena.
El quid de la cuestión es pasar ese proceso lo más rápido posible para volver a sentirnos dueños de nosotros mismos y la mejor forma de hacerlo es reconociendo lo que nos está pasando para no dejarnos llevar por el pánico y recurrir a nuestras técnicas de relajación más efectivas. Hay que conseguir paz interior, y, en el peor de los casos, aguantar el trago siendo conscientes de que tan solo durará unos pocos minutos. Cuando la sensación pase y veamos que no ha sido para tanto y que lo estamos haciendo bien, todo nos saldrá mucho más fluido y natural y nos sentiremos mejor con nosotros mismos.
¡Mucha suerte y sigue nuestro blog para no perderte ninguno de nuestros consejos!