¿Te aterroriza hablar en público?

¿Te aterroriza hablar en público?

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Si te pones a temblar cada vez que tienes que hablar en clase, aquí tienes unos útiles consejos para superar tus miedos.

Hay pocas situaciones en la vida que nos pongan tan nerviosos como tener que hablar en público. Y es que enfrentarnos a nuestros compañeros y profesores para defender un trabajo o una tesis, suele causarnos un miedo atroz a hacer el ridículo que nos sume en un estado de ansiedad con sudores incontrolados, temblores de rodillas, espasmos musculares, tartamudez e incluso gases. ¡Vamos, lo ideal para encararnos a unos cuantos cientos de personas que parecen especialmente dispuestos a reírse de nosotros al primer error que comentamos!

Más habitual de lo que parece

Pero, pensándolo fríamente, hablar en público tampoco es para tanto, ¿no? En realidad nos pasamos el día haciéndolo: cada vez que nos reunimos con amigos, cuando tenemos que pedir en un bar, cuando preguntamos al conductor de un autobús abarrotado por nuestra parada… ¿Qué cambia entonces? Pues en primer lugar lo que nos jugamos: una buena nota, el respeto de nuestros compañeros, la reputación en clase, no ser el hazmerreír del grupo, etc.

Es cierto que hay gente que parece nacer con la facultad innata de dirigirse a las masas y salir bien parado (Obama o Steve Jobs son claros ejemplos de lo que una buena oratoria puede conseguir), pero para los que no nacemos con un gran discurso preparado bajo el brazo, también hay esperanza.

Hablar en público no es como desarrollar la teoría de la relatividad; con unos pasos sencillos, cualquiera de nosotros puede convertirse en un maestro del discurso. En Internet hay mucha información útil, como por ejemplo, en el blog de Natalia Gómez del Pozuelo del que podremos sacar ideas muy valiosas para afrontar este reto con éxito.

El secreto es una buena preparación

Un buena exposición debe ser ajustada al tiempo que nos den, sin pasarnos ni quedarnos cortos.Tiene que contener todo aquello que queramos decir. Ha de resultar amena, para que no se haga pesada y capte la atención de los presentes. Debe tener una introducción donde resumamos sobre qué vamos a hablar; un desarrollo del tema, destacando las ideas principales, y después, una conclusión que aluda de forma breve pero contundente a lo que más queramos destacar. Tenemos que pensar que es precisamente esa parte final la que van a recordar de nuestra disertación.

Ser o no ser…

Una vez que tengamos el texto listo, practiquemos. Hay que prepararlo como si fuéramos actores que van a interpretar una obra de teatro: el guión debe estar bien aprendido.

Saber qué vamos a decir y cómo vamos a decirlo nos ayudará a relajarnos y a no cometer errores, por lo que es muy recomendable que trabajemos antes nuestro discurso con amigos o familiares y que les pidamos que nos den una opinión sincera. Las críticas nos van a ayudar a mejorar y pulir el texto, así que lo mejor es eliminar a nuestras madres y abuelas del improvisado gabinete de expertos y que reunamos a esas maravillosas personas que todos conocemos y que parecen carecer de un filtro entre el cerebro y la boca.

¿Qué me pongo?

Si nos arreglamos demasiado o si nos vestimos con algo extravagante, probablemente nos sintamos inseguros cuando todas las miradas estén sobre nosotros. Lo mejor es ponerse ropa cómoda, correcta y poco llamativa. No conviene ir de estreno.

Calma chicha

Pensar en un lugar paradisíaco, respirar profundamente…, cualquier cosa que nos tranquilice será bienvenida. Si conseguimos relajarnos, todo irá sobre ruedas. Es lógico que en los momentos previos al discurso, no nos funcione ni el Valium, pero hay que asumir que esos nervios son normales. Lo importante es controlar los nervios cuando empecemos a hablar. En el momento en el que confirmemos que todo lo que hemos preparado está bien organizado en nuestra cabeza, las palabras comenzarán a fluir por sí solas.

Mejor sin «palabros»

Comunicar bien implica hacer llegar el mensaje de forma correcta al mayor número posible de personas, por lo que debemos expresarnos de forma sencilla, directa y sin palabras rebuscadas. Pero eso sí, evitemos a toda costa los tacos, los «tío», los «tronco» y hablemos con corrección. Las ideas principales que queramos trasmitir deben destacar claramente en nuestro discurso.

Nada de leer

Enfrentarse a una clase llena y enterrar la cara en un montón de papeles no se puede hacer aunque nos lo pida el cuerpo. Los apuntes que llevemos solo deben servirnos como guía para no perder el hilo porque, si nos ponemos a leer, nadie nos escuchará y habremos pasado un mal rato para nada.

Sin aparentar

Las mentiras se notan. La falsedad también. Hay que ser un verdadero experto en lenguaje gestual para disertar sobre algo que ni nosotros mismos nos creemos y convencer a la audiencia. Por eso es importante que tratemos de actuar de forma honesta, que no intentemos aparentar algo que no somos o defender ideas que no compartimos. Si nos comportamos de forma auténtica, nuestro mensaje calará más y nos escucharán con mayor atención.

Ganarse a la audiencia

Sonreír y mirar a los ojos funciona. El ser humano tiene agradables respuestas inconscientes a estos gestos y hay que aprovecharlas. Debemos mirar a nuestro público para que empatice con nosotros y nos escuche. Si un orador nos mira, inmediatamente sentimos que nos habla a nosotros y prestamos más atención; si además de mirarnos, nos sonríe, nos tiene en el bolsillo. Apliquemos esa misma táctica en nuestra exposición: el truco consiste en situar un rostro amigable a la izquierda, otro en el centro y otro a la derecha y establecer contacto visual con ellos y sus vecinos. Así tendremos ganada la atención de toda el aula.

Mal de muchos

Por último, consolémonos: esto le pasa a todo el mundo. Salir al escenario le daba terror a Ringo Starr; a Lula da Silva, dar un discurso le hacía frotarse las manos compulsivamente; Bill Gates ha tenido que asistir a cursos para poder impartir conferencias; y de nuestros políticos… mejor ni hablemos. El miedo a sentirnos expuestos es natural y lo comparte un alto porcentaje de la población, pero con estas técnicas sencillas, práctica y un poquito de valentía, pronto comprobaremos que, como todos los miedos, este también puede superarse, y seguro que al final sacamos una notaza y querremos solicitar nuestro título digital para poder restregarle a todo el mundo lo bien que lo hicimos 😉

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