La importancia de redactar textos claros para todos

10 Mar 2022
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La importancia de redactar textos claros para todos

La cultura es un derecho humano y si creamos contenidos universitarios debemos hacer que nuestros textos se entiendan y puedan ser accesibles para todos.

textos

¿Accesible para todos?

Todas las personas deberían tener garantizado el derecho a la educación tal y como reza el artículo 26.1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, pero no es así. Tampoco todas las personas tienen acceso a la cultura, a pesar de que según los artículos 22 y 27. 1 del mismo texto, son derechos que deben asegurarse.

Es evidente que necesitamos luchar por un mundo más justo e igualitario para que estos mandatos internacionales se cumplan en todos los territorios y, mientras avanza la legislación, una cosa que ya podemos ir haciendo (que ya deberíamos haber hecho hace mucho, de hecho) es garantizar el acceso de todas las personas a los contenidos culturales.

Las universidades son lugares donde se genera saber y cultura y su función, además de la de formar a sus alumnos para que saquen su eTítulo, consiste en, como decíamos, generar esos conocimientos a través de investigaciones, experimentos y creaciones y ofrecérselos al mundo en forma de publicaciones académicas.

Esto significa que las universidades tienen un valor fundamental en cualquier sociedad para alcanzar los ideales democráticos que comanda la Declaración Universal de Derechos Humanos como instituciones generadoras de cultura, pero (Houston, tenemos un problema) igual no lo están haciéndolo todo lo bien que deberían.

Emisor, medio, mensaje y receptor

A la hora de trasmitir un mensaje, es importante que tengamos en cuenta los elementos de la comunicación. Y sobre todo que entendamos cuál es su fin, que no es otro que el de que el receptor entienda el mensaje del emisor.

Imaginemos que vamos a una conferencia sobre las nuevas tecnologías que van a cambiar la industria del videojuego en los próximos años y la ponente, que es una verdadera eminencia en su campo, habla sin parar y durante hora y media en una lengua muerta. ¿Qué hacemos?, ¿aguantamos hasta el final?, ¿nos levantamos y nos vamos?, ¿tratamos de entender lo que dice con el traductor de Google de lenguas muertas?

Un texto mal redactado produce el mismo efecto en sus lectores por mucho que el contenido sea interesante y su escritor, un experto. Y, si bien algunos son más disciplinados y se quedan hasta el final intentando descifrar lo que dice el texto, la mayoría se levantará y se irá. O así lo harán al menos sus cerebros distrayéndose una y otra vez.

¡Es su culpa, la gente ya no se esfuerza por nada, el conocimiento requiere trabajo! Dirán algunos, pero no es verdad. La culpa de que los lectores no entiendan un texto mal redactado, es de la persona que lo redactó mal. Punto.

La meta de la claridad

Marco Fabio Quintiliano, retórico y pedagogo del siglo I, decía que La meta de la claridad significa no que pueda entenderse lo que decimos, sino que no pueda, en modo alguno, no entenderse.

Y si llevan 21 siglos diciéndonoslo, ¿por qué no cala? Pues por varios motivos: por replicar a otros que no han sabido escribir ni transmitir, por vicios adquiridos al leer textos con un lenguaje profesional (que no por ello correcto), por falta de interés y sobre todo por una causa que es especialmente irritante: por ego.

Nos encontramos con un sinfín de textos académicos absolutamente infumables que nos obligan a leer y releer y hasta nos generan ansiedad (sobre todo si nos van a entrar en un examen).

Son textos cuyo contenido es esencial y cuya forma es para echarse a llorar. Y son así porque están escritos por autores que decidieron que lo importante era sentarse en un trono de conocimientos en vez de pensar en compartirlos.

¿Y qué falla?

En estos textos que no se entienden falla la estructura, falla el empezar y terminar una idea, falla también el lenguaje rimbombante o la ausencia de comas y puntos que generan frases infinitas que nos matarían por hipoxia si tratásemos de leerlas en voz alta.

Y no se trata de no poner palabras complejas o técnicas, porque el lector puede fácilmente buscarlas en un diccionario, se trata de no escribir para parecer, sino para comunicar, se trata de contar lo que queremos de la forma más sencilla posible.

También hay un error muy clásico y muy fácilmente evitable en estos textos que es el uso de expresiones anafóricas.

Lo vamos a explicar con un ejemplo:

  1. Fuimos a comer a un restaurante, el mismo estaba en el margen de la carretera y el ruido de los coches al pasar por la misma se escuchaba desde el interior del mismo.
  2. Fuimos a comer a un restaurante, este estaba en el margen de la carretera y el ruido de los coches al pasar por esta se escuchaba desde el interior de este.
  3. Fuimos a comer a un restaurante que estaba en el margen de la carretera y el ruido de los coches al pasar, se escuchaba desde el interior.

Bien, una anáfora es una expresión vacía de contenido como «el mismo» o «este». Se usan para darle al texto un aire más formal o elegante y nos sale el tiro por la culata porque incluso la Real Academia las considera un error; son expresiones inútiles que enrevesan un texto y consiguen que hasta cometamos fallos de concordancia.

Suponemos que, tras esta explicación, no hace falta decir cuál de los tres ejemplos es el correcto, así que hagamos por que se nos quede esta máxima: «el mismo» y «este» anafóricos son el quiero y no puedo de las redacciones.

Las frases en las que hacemos incisos (entre paréntesis, entre comas o entre guiones) deben seguir teniendo sentido si quitásemos el inciso como se ve claramente aquí, y eso es algo que no siempre se respeta en una mala redacción, por lo que el lector pierde el hilo de lo que le estaban contando.

Lo terrible de estos errores es que encima nos parece que otorgan a la redacción un barniz elitista y nos sentimos bien porque creemos haber demostrado un altísimo nivel cultural, cuando lo cierto es que lo que hacemos es ponernos en ridículo e incumplir con ese mandato de la carta de DDHH que nos dice que la cultura debe ser accesible para todas las personas.

Indeseable desigualdad y el sistema Artext

Desgraciadamente, no todos podemos estudiar. No todas las personas que quieren hacerlo pueden permitírselo.

Si nuestra función es crear y difundir conocimiento y solo conseguimos hacer el 50 % de nuestro trabajo, lo hacemos mal. Los textos académicos deben ser democratizados porque son un bien de la humanidad y la humanidad debe poder leerlos y entenderlos.

El conocimiento no puede ser elitista, no puede ser otro muro infranqueable que separe clases sociales y haga que las diferencias entre humanos se acentúen.

Hay que democratizar la cultura de una vez y eso empieza por crear materiales comprensibles para todos y con ese espíritu nace, por ejemplo, la herramienta Artext que nos ayuda a redactar textos claros, permitiendo que podamos subir nuestros escritos para que nos indiquen cómo mejorar la redacción.

¿No es fantástico? Desde luego pensamos que todo trabajo universitario y todo artículo académico debería, sin lugar a dudas, pasar su filtro. Al menos, este tipo de iniciativas nos devuelven la esperanza.

¿Qué os parece?

 

 

 

 

 

 

 

Escrito por  root

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